Jorge Buendía y David de Miranda.

El adagio se cumple por siempre, la ruptura llega, el principio y el fin de trece primaveras donde dos incipientes profesionales cargados de ilusión entablan un apego donde el sincretismo pondera a pesar de ser un mundo de una tremenda complejidad donde las escarpaduras aparecen, las dificultades aumentan los sinsabores y los mal tragos a pesar de ello formaron un dueto de ajustes acompasados, donde las decisiones eran consensuadas y los resultados eran sumamente eficientes y provechosos.

Desde becerrista hasta matador de toros, toda un itinerario deslumbrante desde el pasaje indeleble de Huelva busca a un torero hasta esa descollante data del veinticuatro del mes de María de dos mil diecinueve donde conquista Madrid abriendo la puerta más trascendente del toreo y de por medio el toro de Toro que casi lo desbarata, el afán de superación y el ansia de enfundarse el traje de luces se hizo realidad, tenemos a un torero cuajado y lleno de venturas con la confianza plena de llegar a lo más alto del escalafón de matadores de toros y a su vera, el apoderado, siempre presto y dispuesto tanteando la complejidades y buscando el beneficio de su poderdante, la amistad ponderó por encima de egos puramente superficiales, Jorge Buendía supuso una enormidad en la trayectoria de David de Miranda, no soy de estadísticas pero en ciento cincuenta festejos o más juntos que no fueron pocos y todo un ejemplo de profesional íntegro y de mirar por los intereses del torero siempre… la separación llega y es inevitable ahora desear a ambos el mayor de los éxitos, a partir de ahora recorrerán veredas diferentes y siempre en el recuerdo que tanto uno como otro escribieron páginas de oro en el toreo de Huelva.

Artículo de opinión de Alfonso Leandro González.

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