Toreros de ayer: Miguel Báez Spínola «Litri», Parte (VI).

Volvió a actuar el 3 de agosto de 1.994 para lidiar, junto a Espartaco y Enrique Ponce, un encierro de los Hijos de Celestino Cuadri.  Muy profesional se mostró Miguel Báez Litri en el primero de su lote, con el que estuvo muy decidido tras cogerle la distancia y componer una buena faena que fue rematada de una gran estocada y que le valió una oreja. Con el quinto no podía haber brillantez por las condiciones de su oponente, pero el onubense, además, estuvo mal a la hora de matar al necesitar de pinchazo, estocada baja y cuatro descabellos, sonando un aviso mientras se silenciaba su labor. En esta ocasión, el torero onubense, pese a su voluntad, no pudo conseguir el triunfo soñado.

Al día siguiente actuó junto a Jesulín de Ubrique y El Cordobés con reses de José Luis Pereda. Miguel Báez Litri quiso durante toda la tarde agradar a sus paisanos y se entregó al máximo. A su primero le realizó un largo trasteo ante un animal tan noble que la labor del torero carecía de emoción y eso se notó en los tendidos, donde el quehacer del choquero no tuvo el eco de otras tardes. Para matar necesitó de un pinchazo y estocada atravesada que dieron paso a la primera oreja tras un aviso. Pero donde realmente estuvo bien Litri fue en el cuarto, un animal que planteó de salida problemas que el matador fue corrigiendo con la muleta hasta conseguir calentar los tendidos, por lo que, al terminar de estocada desprendida, obtuvo otro trofeo y el reconocimiento del público después de una actuación donde puso en liza su profesionalidad y sus conocimientos, superando el fervor popular a favor de sus compañeros de cartel y festejo.

El 3 de agosto de 1.995 lidió, junto a Enrique Ponce y Jesulín de Ubrique, reses de Salvador Domecq. A Miguel Báez Litri le correspondió el sobrero, un toro deslucido, y con el que el onubense no pudo alcanzar lucimiento alguno pese a sus deseos y voluntad. Puso mucho valor en todas sus acciones, pero no encontró colaboración con su oponente, por lo que decidió cortar y dejar un pinchazo y una estocada que le obligaron a saludar desde el tercio. Espoleado por el éxito de Enrique Ponce, salió Litri, que sólo se había dejado contratar para un festejo en este ciclo, dispuesto a por el triunfo y, con la muleta, lo buscó en todo momento entre el delirio de sus paisanos, por lo que, al matar de pinchazo y estocada, fue premiado con una oreja con la que paseó el anillo.

Un año más tarde, concretamente el 3 de agosto de 1.996, se repitió el cartel con toros de Los Guateles. El que abrió plaza era un animal insignificante y soso, por lo que Litri, con profesionalidad, se lo quitó de encima cuando antes de dos pinchazos y una estocada, siendo ovacionado por los espectadores que quedaron a la espera de lo que pudiese hacer el diestro onubense en el otro toro de su lote. Pero en el cuarto se desquitó al sacar su casta y vergüenza profesional ante un animal que, por su invalidez, fue solicitada su devolución, que no fue concedida entre las protestas de los tendidos, que arreciaron cuando el onubense quiso brindar a la concurrencia. Con los ánimos de los espectadores en contra, Miguel inició su trasteo rodillas en tierra para seguir llevando muy prendido de su muleta al toro en unas importantes series de naturales bajando mucho la mano ante el temple del animal para llevar a cabo una faena llena de profundidad, valentía, personalidad, casta torera y, en definitiva, de una impresión soberana que hizo que los tendidos se le entregaran con pasión, por lo que, tras el litrazo, ya se pedían los trofeos, por lo que al dejar una gran estocada las dos orejas fueron a sus manos mientras el público seguía entusiasmado con la maciza obra dejada por el torero local.

Artículo de Vicente Parra Roldán.

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