Un libro de Sebastián Borrero, Chamaco

Artículo de Santi Ortiz

En esta época inverniza, cuando las plazas están aún en periodo de letargo a la espera de que se engrasen los cerrojos de sus puertas y vuelvan a herir sus oídos las vibrantes notas del clarín, el aficionado suele alimentar sus deseos de toros refugiándose en algún dispositivo que le traslade a la fiesta que ama. Ahora son, sobre todo, los vídeos y películas los que desempeñan esa labor, pero, en mi caso, sigo prefiriendo el libro: la lectura de un buen libro de toros que me haga reflexionar sobre la multiplicidad de matices que comprende la fiesta brava.

Una buena chimenea, o un ambiente cálido y sereno, donde el silencio y la calma se adueñen de la atmósfera, son elementos propicios para dejarse llevar por la lectura, por el misterio y la sabiduría encerrados en ese recipiente de tiempo congelado que son los libros.

Últimamente, yo he tenido la fortuna de disfrutar de uno, que todo aficionado debería leer, escrito por un torero de Huelva, que en su día y, en particular, por su manejo de la mano zurda volvió loco al toreo y al mismísimo José Flores, Camará, quien se atrevió a decir de él que “empezaba donde había terminado Manolete”. Hablo de Sebastián Borrero, Chamaco, del que dentro de poco se cumplirán dos años de su fallecimiento.

A pesar de gozar de su trato cuando ambos éramos jóvenes, no sabía yo de las dotes literarias de Sebastián, por lo que quedé muy gratamente sorprendido al zambullirme en las páginas de su obra y apreciar el vasto conocimiento desplegado en ellas y la amena y profunda manera de hacérselo llegar al lector. Y eso que el título del libro –El Toro. Psicología funcional de la bravura– era de los que pone a uno en guardia pensando en encontrarse ante un árido y farragoso manual científico. Nada de eso, aunque ciencia haya en él, como hay historia, crítica, preceptos del manejo del toro en el campo y toreo, mucho toreo. Todo, claro está, orbitando en torno al protagonista principal de la obra: ¡El Toro! Y todo tratado desde un punto de vista mucho más racional que emotivo.

El autor ha conseguido mantener esa tensión de interés por su contenido desde el punto de partida, presentándonos las distintas utilizaciones que el hombre ha hecho del toro desde la antigüedad, hasta el epílogo de la obra, donde hace crítica de la postura animalista hacia el toro de lidia y la Fiesta, sin que falte un tirón de oreja a los propios aficionados “consentidores que se lidien (toros) con excesiva nobleza y en consecuencia que les falten las fuerzas, sean sosos, deslucidos y sin transmisión.”

A mí, particularmente, me han parecido interesantísimos los capítulos titulados “Los cambios de comportamiento del toro en el campo y en la plaza” y “Mecánica de la embestida”, donde sostiene que “Las embestidas son expresiones de la forma de ser de los toros bravos, son las respuestas instintivas ante las amenazas generadas por estímulos externos e internos y por funciones orgánicas y psíquicas.” Y apunta que “Cuando la acometida se transforma en embestida el toro va con ímpetu y sin alterar el orden de los pasos de la galopada en el recorrido detrás de los engaños olvidándose de defenderse para coger aquello que el torero le presenta.” En cuanto al comportamiento, puntualiza: “El comportamiento del toro durante la lidia no sólo se manifiesta en los diferentes matices de las embestidas, sino también depende del nivel de excitación, fiereza, raza, nobleza, fuerza y movilidad, del grado del instinto de acometida y de querencia, de los defectos de la visión, de las enfermedades o dolores en algún órgano, de la capacidad de aprender, de lo serio, distraído, soso o alegre que sea.” Aspectos que después desarrolla.

Muy completo y didáctico resulta también el dedicado a la selección del toro bravo, toda una lección de genética y su aplicación a la lidia, de la que Sebastián extrae consecuencias como las que siguen: “Cuando aumentamos fiereza restamos nobleza”. “Si aumentamos la fijeza incrementamos el que meta la cara en los engaños y que las embestidas sean más rectas”. “Cuando incrementamos codicia aumentamos fijeza”. “La rectitud en la embestida y que el toro se rebose en la muleta influyen como es lógico en la nota de toreabilidad aunque no tienen relación alguna con el carácter bravura.”

En definitiva, la obra de Sebastián Borrero, basada en lo que él practicó, vio, escuchó y leyó, es un documento lleno de sabiduría para educación del aficionado, del que emprenda el camino de querer ser torero o ganadero y del puro placer de aquellos que gusten de la literatura taurina. Una obra, además, que no nació para ser editada, sino salvada de la quema por el hijo del autor, que valoró su utilidad para aquellos que quisieran comprender mejor al toro y vio la conveniencia de hacérsela llegar. Creo que, en su decisión, acertó plenamente, dándonos la oportunidad de sacar a su padre, por vez postrera, en hombros por la puerta grande de las letras taurinas

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