FLOJA INAUGURACIÓN DE LA TEMPORADA DE 1.947

Tardó en inaugurarse la temporada en el año 1.947 y hubo que esperar hasta el 8 de julio para que se abrieran las puertas del coso onubense que registró medio aforo cubierto, con casi todo el público en los tendidos de sombra debido al fortísimo calor imperante.

Para la ocasión se lidiaron cinco novillos, uno para rejones, que lucieron el hierro de Concha y Sierra.

El joven Joaquín Pareja Obregón demostró ser un gran jinete y puso mucho arte en su actuación que comenzó con dos rejones en lo alto para continuar con banderillas, ganándose las ovaciones. Saltó al ruedo un espontáneo que logró dar algunos muletazos antes de ser detenido. Pareja Obregón continuó con otros dos pares con mucha exposición para concluir con dos rejones de muerte. Pie a tierra, necesitó de una estocada y un descabello, siendo ovacionado y dio la vuelta al ruedo.

En lidia ordinaria, el primero de la tarde correspondió a Manuel Campos “Maravilla” que se lució en las verónicas de recibo. El sevillano puso voluntad pero escaseó el arte necesitando de un pinchazo y una entera ladeada, dio la vuelta al ruedo. En el cuarto, no consiguió lucimiento con la capa y con la muleta llevó a cabo una faena valiente que el público aplaudió y, tras una estocada entera y un descabello, la ovación le hizo pasear el anillo.

Completado el cartel, José García Romero, que cortó la única oreja de la tarde y lo hizo a su primero con el que se lució con el capote, siendo empitonado sin consecuencia en un quite por gaoneras. Se lució con la muleta en magníficas series con ambas manos, jugando los brazos con mucha soltura, por lo que, al matar de una estocada, fue premiado. En el que cerró plaza, un toro grande, se limitó a unos pases de castigo para igualar dejando media estocada y un descabello, escuchando algunas palmas.

Lo mejor de la tarde estuvo en el “enfrentamiento” entre los subalternos onubenses El Legionario y El Galápago quienes banderillearon los seis toros, ofreciendo un gran espectáculo con magníficos pares de banderillas por los que recibieron grandes ovaciones que les obligaron a saludar montera en mano.

Por Vicente Parra Roldán

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