{"id":71739,"date":"2021-04-11T10:54:57","date_gmt":"2021-04-11T10:54:57","guid":{"rendered":"http:\/\/www.lascosasdeltoro.com\/?p=71739"},"modified":"2021-04-11T10:55:00","modified_gmt":"2021-04-11T10:55:00","slug":"un-torero-genial-e-inclasificable-iii","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/www.lascosasdeltoro.com\/actualidad-taurina\/un-torero-genial-e-inclasificable-iii\/","title":{"rendered":"Un torero genial e inclasificable (III)"},"content":{"rendered":"\n

Articulo de Santi Ortiz<\/u><\/em><\/p>\n\n\n\n

\"\"\/<\/a><\/figure>\n\n\n\n

Para ir avanzando en la configuraci\u00f3n de este somero boceto sobre la personalidad torera de\u00a0Victoriano de la Serna, perm\u00edtanme que les traslade al \u00faltimo de los susodichos \u201cmano a mano\u201d entre el torero de Borox y el sepulvedano,
celebrado en Barcelona, el D\u00eda del Pilar de 1933. El cartel era cumbre, pues Ortega y La Serna encarnaban en aquel momento las dos figuras m\u00e1s interesantes del planeta taurino; es m\u00e1s, para muchos eran dos temperamentos, dos estilos, que llevaban al toreo hacia una nueva \u00e9poca. Ortega reaparec\u00eda de la cornada tomada un mes antes en Calatayud; La Serna ven\u00eda de cortar un rabo el d\u00eda anterior en Albacete. Ni que decir tiene, el cargamento de ilusiones con que los espectadores llenaron la plaza, relami\u00e9ndose ante la posibilidad de revivir el aire de reto con que los dos toreros castellanos se hab\u00edan enfrentado en la feria valenciana.<\/p>\n\n\n\n

<\/a>Sin embargo, todo se vino a tierra cuando comenzaron a salir por los chiqueros, uno tras otro, astados vergonzosamente impresentables e impropios de una plaza como la Monumental. No se explica c\u00f3mo el ganadero S\u00e1nchez Rico pudo mandar semejante \u201cgatada\u201d ni c\u00f3mo los veterinarios la dejaron pasar. Lo cierto es que, a tanto lleg\u00f3 la indignaci\u00f3n del p\u00fablico, que, despu\u00e9s de devolver dos toros y desga\u00f1itarse alborotando y protestando todo lo que ocurr\u00eda en la arena, opt\u00f3 por tom\u00e1rselo a chufla, aplaudiendo toda insignificancia, coreando con oles cualquier mantazo, exigiendo que la m\u00fasica amenizara las \u201cfaenas\u201d y pidiendo unas orejas cuyo \u00fanico prop\u00f3sito era ridiculizar lo acaecido en el ruedo. Ya en el quinto toro, que era el octavo de los que hab\u00edan salido, la gente dio una nueva vuelta de tuerca a su decepci\u00f3n y se desentendi\u00f3 de lo que ocurr\u00eda en el redondel, dando en distraerse \u2013como ahora con la futbolera \u201cola\u201d\u2013 haciendo volar de tendido en tendido un sombrero de paja que alguien hab\u00eda puesto en \u00f3rbita. Fue as\u00ed el ca\u00f1ero dando la vuelta a la plaza hasta que un mal lanzamiento hizo que el sombrero cayera en la arena. Empez\u00f3 la gente a demandar de los lidiadores que devolvieran el chapeo al tendido para continuar la diversi\u00f3n y fue entonces cuando La Serna, que se hallaba en un punto diametralmente opuesto al lugar donde aterriz\u00f3 el sombrerito, atraves\u00f3 raudo todo el ruedo, lleg\u00f3 hasta donde estaba el ca\u00f1ero y lo revent\u00f3 de un pisot\u00f3n. Nunca lo hiciera. Aquello no era gente, era un enjambre de enloquecidas furias que carg\u00f3 sobre \u00e9l para cubrirlo de improperios y lanzarle, junto a las pocas almohadillas que a\u00fan les quedaba, todo lo que encontr\u00f3 a mano. La creciente marejada amenazaba galerna y hasta los guardias de asalto tomaron posiciones, mientras el torero aguantaba impert\u00e9rrito en los medios el diluvio de proyectiles.<\/p>\n\n\n\n

Con la intenci\u00f3n de apaciguar los \u00e1nimos, el presidente mand\u00f3 subir al palco a Victoriano para reconvenirle por su acci\u00f3n. Mientras tanto, Ortega, que se hab\u00eda precipitado en su reaparici\u00f3n por no contar a\u00fan con las debidas facultades \u2013de hecho, tras esta corrida cort\u00f3 radicalmente la temporada\u2013, pasaba fatigas con el sentido del manso quinto. Y por fin sali\u00f3 el sexto; el que iba a poner fin a aquella pesadilla de corrida. Ver a La Serna en el ruedo y reanudarse el griter\u00edo del p\u00fablico, adobado con alg\u00fan que otro almohadillazo, fue todo uno. Pero antes de seguir adelante, perm\u00edtanme destacar los dos aspectos de la personalidad de Victoriano que esta corrida pone de manifiesto. El primero, ya est\u00e1 narrado con su reacci\u00f3n de amor propio ante el \u201cnumerito\u201d del sombrero. Porque La Serna fue un torero que reaccion\u00f3\u00a0siempre con altivez y cierto menosprecio si advert\u00eda mala intenci\u00f3n en el p\u00fablico. De su talante, emanaba en ocasiones la sensaci\u00f3n de superioridad que como artista sent\u00eda hacia la masa. Muchos de los rifirrafes que mantuvo con el p\u00fablico a lo largo de su carrera se debieron a esa rebeld\u00eda suya ante lo que consideraba desacato a su persona y a su arte.<\/p>\n\n\n\n

El segundo, entronca con lo que sigue y viene a se\u00f1alarnos la ciega confianza que La Serna depositaba en su concepci\u00f3n del toreo. Cuando ven\u00edan mal dadas, sab\u00eda que si era capaz de sobreponerse al ambiente y dejaba que la inspiraci\u00f3n le embargara, muy imposible ten\u00eda que ser el toro, para que la pelea no la ganase.<\/p>\n\n\n\n

As\u00ed ocurri\u00f3 en Barcelona. En medio del griter\u00edo y los insultos, aparece el Victoriano son\u00e1mbulo, que se mete en su nube, que se desliga de la plaza, del ruido, del tumulto, de todo, y entra en un ensimismamiento que s\u00f3lo obedece a los latidos de su arte. Le bastan dos ver\u00f3nicas, como dos oc\u00e9anos, como dos caricias, como dos instantes que buscaran lo eterno, y el remate de sendas medias de rodillas para que la grita cambiara de signo: donde antes un denuesto, ahora un ole; donde antes pitos, ahora palmas. Y cuando remata el quite con el capote a la espalda, la ovaci\u00f3n gana ya a los silbidos por goleada. Pero la cosa no estaba ni mucho menos f\u00e1cil. Bast\u00f3 que el p\u00fablico percibiera la intenci\u00f3n de La Serna de brindarle el toro para que los gritos volvieran a arreciar. Imperturbable, el segoviano lleg\u00f3 hasta los medios, cay\u00f3 de rodillas con la montera alzada y la cabeza gacha en se\u00f1al de acatamiento. No bast\u00f3 este gesto para calmar los \u00e1nimos, pero Victoriano estaba dispuesto a darle la vuelta a la tortilla y contaba para ello con el recurso supremo de su arte. \u00bfQui\u00e9n es capaz de ejecutar el toreo al natural como \u00e9l lo hizo ese d\u00eda? \u00bfQui\u00e9n torea tan ce\u00f1ido? \u00bfQui\u00e9n saca de su imaginaci\u00f3n tantos pases sin nombre, nuevos, \u00fanicos, irrepetibles incluso para el mismo creador? Convertir la arisca rugosidad de los pitos en un tul de suavidad y belleza y hacerlo con la autenticidad del sentimiento m\u00e1s enamorado y desde la m\u00e1s exquisita elegancia, s\u00f3lo le es dable a esp\u00edritus geniales como el de Victoriano. \u00a1Qu\u00e9 torero tan \u00fanico! \u00a1C\u00f3mo me hubiera gustado verlo torear!<\/p>\n\n\n\n

Dice el refr\u00e1n que bien est\u00e1 lo que bien acaba. Al menos, el desastre del mano a mano de Barcelona, tuvo final feliz; aunque eso no impidi\u00f3 que al d\u00eda siguiente una delegaci\u00f3n de aficionados se presentara ante el Gobernador Civil a quejarse por lo ocurrido y obtuviera de \u00e9ste la promesa de tomar cartas en el asunto para que semejante esc\u00e1ndalo no se volviese a producir. De hecho, su intervenci\u00f3n cost\u00f3 la suspensi\u00f3n de la corrida del domingo siguiente y que fueran multados el ganadero y Victoriano; este \u00faltimo con 500 pesetas por falta de respeto al p\u00fablico. De la falta de respeto del p\u00fablico a los toreros, no se dijo nada. De la incompetencia de los veterinarios que admitieron tan impresentable corrida, tampoco. En todo caso, cualquier sanci\u00f3n al diestro me parece rid\u00edcula, ante el derroche de humildad que un esp\u00edritu altivo como el suyo hubo de padecer con aquel brindis.<\/p>\n\n\n\n

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Despu\u00e9s de terminar la temporada 1933 compartiendo, con 53 corridas toreadas, el tercer puesto del escalaf\u00f3n con Armillita, La Serna afront\u00f3 1934 \u2013la otra temporada buena de su carrera, en la que torear\u00eda el mismo n\u00famero de corridas\u2013 con m\u00e1s irregularidad que la precedente, ya que las musas y \u00e9l jugaron al escondite m\u00e1s tardes de las deseables. Victoriano era un hombre que necesitaba el sol de la inspiraci\u00f3n para alumbrar sus sue\u00f1os art\u00edsticos. Igual que no arrib\u00f3 a los toros en busca de fortuna ni siquiera de fama, tampoco cre\u00eda honrado\u00a0torear por oficio, prostituyendo el arte con la mera rutina. Muchas veces quejose de tener que torear a fecha y hora fijas sin tener ni idea de si las musas iban a acudir a la cita impuesta de antemano.<\/p>\n\n\n\n

Comenz\u00f3 su campa\u00f1a cortando una oreja en M\u00e1laga el d\u00eda \u201311 de marzo\u2013 en que fue tiroteado Algabe\u00f1o cuando regresaba de la plaza al hotel. Las Fallas no se dieron bien y hubo que esperar al Domingo de Ramos, en Aranjuez, la tarde que apadrin\u00f3 la alternativa de F\u00e9lix Colomo, para que, de nuevo, resplandeciera la apoteosis. No obstante, aqu\u00ed comienza a ponerse de manifiesto c\u00f3mo Victoriano es un torero inc\u00f3modo para la cr\u00edtica. No se adapta a ninguno de los patrones o moldes al uso y eso desconcierta y hasta molesta al cr\u00edtico, que se siente perdido observando la inutilidad de los metros vigentes para medir sus actuaciones. La Serna se resiste al an\u00e1lisis porque su toreo navega por corrientes inusuales; por cauces de heterodoxia que, a veces resultan incomprensibles; a veces, chocantes o incluso provocativos. La m\u00fasica interna que mueve a Victoriano dirige su toreo m\u00e1s hacia el sentimiento que a la raz\u00f3n. De ah\u00ed el divorcio que en muchas ocasiones se produce entre el p\u00fablico y la cr\u00edtica: aqu\u00e9l lo siente; \u00e9sta lo enjuicia. Y el sentimiento, como estado afectivo, no puede equivocarse; mientras que el enjuiciamiento admite el yerro. En Aranjuez, la gente se volvi\u00f3 loca y lo sac\u00f3 en hombros; mientras que la cr\u00edtica se dispersaba en valoraciones que iban desde el entusiasmo por la tarde triunfal, hasta quien le negaba el pan, la sal e incluso el agua, como hac\u00eda un tal \u201cdon Nino\u201d, en El Heraldo de Madrid. Tampoco se pon\u00edan de acuerdo sobre el n\u00famero de trofeos obtenidos, que oscilaba entre tres y cuatro orejas, seg\u00fan el periodista, a excepci\u00f3n del ya mencionado \u201cdon Nino\u201d, que las escamoteaba descaradamente sin precisar n\u00famero.<\/p>\n\n\n\n

Esta actuaci\u00f3n suya reedit\u00f3, corregida y aumentada, la apote\u00f3sica del a\u00f1o anterior en el mismo coso; aquella que inspir\u00f3 a Corrochano su famosa cr\u00f3nica \u201cLa procesi\u00f3n de La Serna\u201d. Aparte de los atractivos propios del cartel y de la alternativa, la importancia de esta corrida de Aranjuez se basaba en la oportunidad que brindaba al p\u00fablico madrile\u00f1o de ver al diestro segoviano, una vez que \u00e9ste, por desavenencias con la empresa madrile\u00f1a, quedara excluido del abono capitalino. Tal circunstancia arrastr\u00f3 a muchos aficionados madrile\u00f1os al coso arajovense, a pesar de que en Madrid toreaban Domingo Ortega y Armillita. Al final, las dos plazas se llenaron y nadie se llam\u00f3 a decepci\u00f3n.<\/p>\n\n\n\n

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Enfundado en un terno verde y oro, el de Aranjuez fue el Victoriano de las grandes solemnidades. El capote lo mostr\u00f3 lanceando con su peculiar estilo: manos bajas, pasmosa lentitud y bamba arrastrada dulcemente por la arena. Su muleta ha tenido el fuego y la parsimonia y, sobre todo, la vena de la genialidad: la que mete poes\u00eda en su toreo, la que disuelve los sue\u00f1os por sus venas, la que besa la fantas\u00eda para arrancarnos el latido del asombro. Con \u201cCantarero\u201d, el negro lucero que hac\u00eda cuarto, ha estado verdaderamente temerario. Tras hacerle el toreo \u2013\u201csu\u201d toreo\u2013 ha quedado de rodillas a la salida de un pase y as\u00ed, de hinojos, ha dado una vuelta completa ante la cara del toro. Y no contento con eso, en otra ocasi\u00f3n, se ha sentado en la arena frente al burel, ha estirado las piernas y se ha acostado tras tirar la muleta lejos de s\u00ed. Esto ha enloquecido a unos e irritado a otros. \u00a1Genialidad!, gritaban aquellos. \u00a1Sacrilegio!, clamaban \u00e9stos. No era algo que \u00e9l hubiese inventado, pero para recordar un precedente hab\u00eda que rebobinar medio siglo atr\u00e1s para v\u00e9rselo hacer a Lagartijo en Valencia. Seguramente, Victoriano ni lo sabr\u00eda, pues no contaba entre sus mejores\u00a0prendas la emulaci\u00f3n. El castillo de su arte estaba construido de rel\u00e1mpagos, de fulgores moment\u00e1neos a los que su intuici\u00f3n daba vida antes de que la raz\u00f3n llegara a pensarlos. As\u00ed actuaba cuando sent\u00eda los \u00e1tomos de la inspiraci\u00f3n danzar en su interior. As\u00ed creaba. Por impulsos. Por eso, muchas de las suertes que inventaba era incapaz de repetirlas luego, por no lograr ponerlas en pie. Nac\u00edan y mor\u00edan al instante. Iban directamente del coraz\u00f3n al toro, sin pasar por la cabeza.<\/p>\n\n\n\n

Un torero as\u00ed posee el secreto de transmutar el carb\u00f3n en diamante. Eso le ocurri\u00f3 muchas veces, pero merece la pena detenerse en una muy se\u00f1alada para Victoriano. A diferencia del a\u00f1o anterior, la Feria de Julio de Valencia de 1934 no estaba siendo buena para La Serna. En la octava corrida, la empresa ofreci\u00f3 a la afici\u00f3n el cartel m\u00e1s formidable que entonces pod\u00eda darse: Juan Belmonte \u2013que aquel a\u00f1o hab\u00eda reaparecido para protagonizar su \u00faltima etapa vestido de luces\u2013, Domingo Ortega y Victoriano de la Serna. \u00a1Casi nada! Y en chiqueros, completando el cuadro, seis buenos mozos de Concha y Sierra. Tres d\u00edas antes se hab\u00eda acabado el papel. Y en la reventa se lleg\u00f3 a pagar la burrada de 400 pesetas por dos barreras. A la hora del pase\u00edllo, quedaban m\u00e1s de 3.000 personas en la calle con la frustraci\u00f3n de no encontrar entradas. Palmas y pitos acogen a los toreros en el desfile. Las palmas son para Belmonte y Ortega; los pitos, para La Serna en \u201creconocimiento\u201d de sus anteriores actuaciones.<\/p>\n\n\n\n

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Era el tercer pase\u00edllo de los seis que Victoriano compartir\u00eda con Belmonte. Para \u00e9l Juan era un torero portentoso, al que admir\u00f3 toda su vida. En eso, concordaba con casi todos los diestros de la Edad de Plata: Antonio M\u00e1rquez, Nicanor Villalta, Domingo Ortega, Ni\u00f1o de la Palma, Armillita\u2026 Independientemente de la l\u00ednea que siguiera cada uno, todos coincid\u00edan en que Juan era punto y aparte; un torero asombroso, con un temple y una personalidad inigualables. Y ah\u00ed estaba el fen\u00f3meno, a sus cuarenta y dos a\u00f1os, paseando el rabo del primer conchaysierra de la tarde. Sobre un cuarto de hora m\u00e1s tarde, Ortega hac\u00eda lo propio con el rabo del segundo. La Serna no pod\u00eda dejarse arrollar \u2013y menos con Belmonte delante\u2013 y sali\u00f3 a por todas. Le cost\u00f3 un puntazo en la rodilla derecha y varios varetazos, pero antes de ingresar en la enfermer\u00eda, tambi\u00e9n hab\u00eda paseado con orgullo el rabo de su primer enemigo. Hab\u00eda pasado al cobro los pitos del pase\u00edllo y le hab\u00edan dado a cambio los m\u00e1ximos trofeos. Aunque Belmonte en el cuarto no pudo reproducir laureles, la corrida sigui\u00f3 en un tono triunfal. Ortega le cort\u00f3 la pata al quinto y Victoriano, tras sufrir un par de volteretas, las dos orejas y el rabo al sexto. Y como Ortega, dolorido del d\u00eda anterior, pudo escabullirse antes de que lo cogieran, fue La Serna el \u00fanico que sali\u00f3 a hombros para ser paseado en victoria por las calles de Valencia y recoger en su persona el merecido homenaje a los tres espadas. \u00a1Qu\u00e9 gran tarde de toros! Aun as\u00ed, hubo cr\u00edticos que se metieron con \u00e9l\u2026 \u00a1despu\u00e9s de cortar cuatro orejas y dos rabos!<\/p>\n\n\n\n

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Sigue su curso la campa\u00f1a, y mientras Victoriano contin\u00faa despertando entusiasmos incontestables realzados, en contraste, por actuaciones poco afortunadas, las carteleras de las plazas de toros de Espa\u00f1a se inundan con la imagen del diestro sepulvedano, a partir de que la Litograf\u00eda Ortega reprodujera por doquier el c\u00e9lebre cuadro de Ruano Llopis donde aparece La Serna dando el muletazo por la espalda que a partir de la pintura del artista valenciano ser\u00eda bautizado como \u201cpase de las flores\u201d. Dentro y fuera del ruedo, La Serna marca su omnipresencia en el orbe de la temporada.
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