El Temple de Daniel Luque se Impone a la Falta de Casta en la Maestranza

La tarde en la Real Maestranza de Sevilla de este sábado 27 de septiembre fue una batalla de arte contra la adversidad ganadera. Con un lote desigual en presentación y juego, fue el temple y la madurez de los diestros lo que sostuvo el interés, destacando por encima de todos, la figura de Daniel Luque, que se alzó con la única oreja de peso de la jornada.

El extremeño Alejandro Talavante tuvo que lidiar con la peor parte. Su primero, «Caza-genios», fue un toro alto que, pese a un recibo templado de capa, demostró pronto su falta de fuerza y su nula transmisión, impacientando al público. A pesar de una estocada efectiva, el toro se fue al arrastre entre el silencio y algunos pitos. El cuarto, «Borracho», repitió la tónica: un animal complicado, sin raza y con dificultades que obligaron a Talavante a abreviar una faena estéril que se saldó con un previsible silencio. Fue una tarde de esfuerzo sin recompensa para el diestro de Badajoz.

La Maestranza comenzó a vibrar con el segundo de la tarde, «Brioso», que encontró en Daniel Luque a su mejor intérprete. El diestro de Gerena, que recibió con verónicas de perfecta ejecución, desató la emoción con la muleta. Brindó una faena de toreo profundo, ligando pases ajustados y lentos, llevando al toro muy metido y con la muleta por debajo de la cintura. Fue tal la intensidad y la pureza de su quehacer, que la música rompió a sonar en su honor. La faena, de gran dimensión, concluyó con una ovación tras una leve petición, a pesar de que la estocada quedó algo trasera.

El verdadero magisterio de Luque llegó con el quinto, «Olvidado». Ante un toro que exhibió una alarmante mansedumbre, perdiendo las manos y provocando peticiones de devolución, el sevillano dio una lección de pundonor. Empeñado en extraer arte de un animal sin fondo ni casta, Luque se creció, tirando de temple y apostando por el pitón izquierdo. Los naturales que logró fueron despaciosos y de sumo mérito, conseguidos a base de imposición y técnica depurada. La entrega fue total y, a pesar de que la faena no alcanzó la épica por la condición del astado, el público reconoció el esfuerzo y premió su maestría con una merecida oreja, el trofeo más valioso de la tarde.

Por su parte, Borja Jiménez dejó un gran sabor de boca con el tercero, «Arrocero». El diestro cimentó una faena en la firmeza y la quietud, destacando especialmente por el pitón izquierdo, donde ligó muletazos profundos y templados que fueron ovacionados. Una estocada efectiva culminó una labor que se premió con una aclamada vuelta al ruedo tras una fuerte petición. Con el sexto, «Siciliano», un toro descompuesto y sin opciones, Jiménez no pudo encontrar el lucimiento y cerró su actuación con una ovación.

En definitiva, fue una tarde donde la solidez y el temple de Daniel Luque confirmaron su gran momento, convirtiéndose en el triunfador indiscutible de la jornada en Sevilla. Carlos Alexis Rivera CNP 10746