La tarde del domingo en la última de la Feria de San Miguel, el albero maestrante fue una lección de contrastes y sensaciones. La jornada se anunciaba expectante por la alternativa del sevillano Javier Zulueta, pero la cátedra de torería la dictó Morante de la Puebla con el cuarto de la tarde, un ejemplar de Cuvillo. El de La Puebla bordó el toreo al natural, firmando una de esas series que quedan grabadas en la memoria colectiva de la afición, muy a pesar de la tónica general del festejo que estuvo marcada por la escasa colaboración y las complicaciones del encierro de Núñez del Cuvillo.
Morante: la faena de la tarde
La nula entrega del ganado se hizo evidente desde el inicio con José Antonio Morante de la Puebla. Su primero, «Violeto», fue un manso sin opciones que despachó con brevedad y silencio.
Sin embargo, la historia cambió con el cuarto, «Ganador», que, aun siendo el más potable del envío, exigió una lidia magistral. Morante encendió los tendidos con una tijerilla de rodillas y chicuelinas lentas, de arte puro. Con la muleta, el sevillano se arrebató. A pesar de que el toro pronto comenzó a meterse por el pitón izquierdo, Morante extrajo el arte puro. Encajó un natural majestuoso, de trazo largo y profundidad inaudita, obligando al toro a pasar por donde no quería. Fue una demostración de valor sereno, superando las asperezas del animal que acabó reservón. El premio gordo se esfumó en un aviso, pero la faena quedó como un tesoro. El público lo premió con una ovación con saludos.
Zulueta el nuevo Matador
La tarde también tenía el emotivo peso del compromiso para el joven Javier Zulueta, que tomaba la alternativa. El nuevo espada dejó claro que Sevilla tiene un nuevo hijo torero de peso.
Su primer toro, «Lanudo», fue el ejemplar que más se prestó para el lucimiento. Zulueta lo saludó con verónicas ceñidas y templadas y lució al natural, firmando muletazos de gran calado. Pese a que el animal fue un colaborador notable, el inoportuno fallo con el acero le arrebató la posibilidad de una merecida la oreja.
El final de la jornada reveló la peor cara del encierro. «Berlanguillo», fue un manso complicado y sin entrega, Zulueta exhibió serenidad y madurez. Se plantó con firmeza, brindando una lección de responsabilidad ante la adversidad. Pese al silencio final, el debut de Zulueta deja una grata impresión.
Roca Rey: un esfuerzo sin recompensas
El peruano Andrés Roca Rey se encontró de lleno con la descolaboración del envío. Su primero (tercero bis, «Juguetón») fue un toro bravo en varas que se vino a menos al acusar el poder del peruano. Roca Rey exhibió inteligencia y dominio, pero el repetido fallo con la espada hizo emborronar el esfuerzo.
Con el quinto, «Ponderado», un animal desentendido y sin clase que no quiso pelea, el diestro apeló a la actitud. Mantuvo la firmeza pese a la nula colaboración del toro, sin encontrar nunca la horma para el triunfo.
La Maestranza ha vivido una tarde de arte cumbre y un debut que ilusiona. El triunfo, sin embargo, se mide no sólo por los trofeos, sino por la capacidad de los toreros de imponerse a una escasa y a veces peligrosa colaboración del ganado. Carlos Alexis Rivera CNP 10746