David de Miranda conquista Zalamea la Real.

Rompía el paseíllo con la montera calada, al llegar a la primera raya de picadores, hace la cruz con su pierna derecha y se desmontera para hacer el paseíllo en la centenaria plaza de toros de Zalamea la Real, es su primer paseíllo en esta plaza, con un lleno hasta la bandera en los tendidos, la mejor de las noticias para toreros, empresa y el propio pueblo.

Parsimonioso y ya metido en la tarde recorren el ruedo zalameño toreros, cuadrillas y mulillas, para quedarse inertes ante el palco presidencial, suenas los acordes del Himno Nacional con toda la plaza en pie, y todos los actuantes destocados, se escucha un ¡Viva España! En la voz de un aficionado y contesta al unísono toda la Plaza con un rotundo ¡VIVA!.

Empezaba bien la tarde y David de Miranda esperaba su turno para saltar en el segundo de la tarde, un castaño de Macandro al que lanceo con el percal, midiendo y meciendo los vuelos para empaparse de los oles de las gradas. No rehusó ningún quite en toda la tarde, gaoneras, tafalleras, verónicas, medias de cartel y otras tantas suertes que hacía de la plaza un hervidero, por su quietud, su verdad y su pureza en las suertes que realizaba.

La pañosa fue su aliado toda la tarde, las muñecas rotas y la cintura acompasada, acompañaban cada suerte que el triguereño proponía a sus antagonistas. Erguido como si de la torre de la Iglesia de Nuestra señora de la Asunción que preside el pueblo de Zalamea, se quedaba David para presentarles la muleta a sus enemigos, que terminaron siendo sus aliados, en una tarde que recordarán todos los que allí se dieron cita.

Parones de infarto y desplantes con los pitones en la barriga y la baba del burel en las taleguillas, hacían que la tarde tomara otra de dimensión, de torero de verdad, de pureza, de raza, de valor seco y de querer marcar un camino que debe pasar por las grandes ferias.

Dos buenos toros de Manuel Blázquez, tuvieron la suerte de caer en manos del triguereño, a los que enjareto unas faenas bien estructuradas, con inicios impactantes, con el cartucho a la espalda en el medio del anillo en uno y con estatuarios sin mover un músculo en el otro. Dos inicios que marcaban la clara apuesta del onubense para marcar diferencia con su forma de entender este arte de cuchares.

Las rúbricas no podían ser menos en esta tarde para el recuerdo con tres espadazos hasta los gavilanes.

Como muestra de esta tarde les dejamos esta galería.

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