David de Miranda, el eco de la pureza en el ClubCocherito de Bilbao

El diestro de Trigueros fue recibido como invitado de honor en un coloquio moderado brillantemente por Aitor Vian que se convirtió en un viaje íntimo por los senderos de su vida y de su arte

El alma taurina de Bilbao volvió a latir entre las paredes centenarias del Club Cocherito, templo de la afición y memoria viva del toreo. Allí, en un ambiente de respeto
y expectación, el matador David de Miranda fue recibido como invitado de honor en un coloquio que se convirtió en un viaje íntimo por los senderos de su vida y de su arte.

El torero onubense, sereno y cercano, evocó sus comienzos en la soledad de su tierra, Huelva, donde, sin el amparo de una escuela taurina, aprendió a escuchar el silencio de los campos y a templar su vocación a fuerza de instinto y voluntad. En aquella
orfandad nacieron los primeros compases de un toreo que, con el tiempo, se revelaría como auténtico, personal y profundamente sentido.

“La pureza se busca, pero también se sufre”, confesó ante un público que escuchaba con el recogimiento de quien asiste a una lección de vida.

El diálogo fue un recorrido emocionado por los hitos de una trayectoria forjada en la verdad del ruedo. Se recordó su paso por la etapa de novillero con picadores, cuando compartía carteles con una generación de jóvenes que marcarían una época.

Y, sobre todo, se revivió aquel día luminoso de su alternativa de manos de José Tomás, símbolo de confianza y de destino. Desde entonces, De Miranda ha construido un camino de fidelidad a su tierra, triunfando año tras año en Huelva, donde la afición lo
siente como uno de los suyos, como un hijo que honra con su arte la raíz de su origen.

Pero también hubo espacio para la sombra. En la conversación afloró el recuerdo del gravísimo percance sufrido en Toro, “una herida que no solo puso a prueba su cuerpo, sino su espíritu. El torero salvó al hombre”. De aquel dolor renació un torero más fuerte, consciente de la fragilidad que encierra el valor. Poco después, llegaría el clamor de Madrid y su Puerta Grande, el sueño de tantos, conquistado a base de entrega y de fe. “Era el momento del despegue, interrumpido por la pandemia, ese paréntesis que congeló ilusiones y obligó a reinventarse lejos de los ruedos”.

El tiempo, sin embargo, devuelve siempre su justicia a los que perseveran. Y David de Miranda regresó con la fuerza de quien ha mirado de frente a la adversidad: la
Puerta del Príncipe en Sevilla y su inolvidable faena en Málaga son la huella de un torero maduro, dueño de un arte que emociona por su hondura y su verdad.

El coloquio concluyó con un aplauso largo, de esos que no se extinguen, sino que quedan suspendidos en el aire. La afición bilbaína, emocionada, expresó su deseo de verle pronto hacer el paseíllo en Vista Alegre, donde la seriedad del toro y el temple del torero se encuentran bajo la misma mirada exigente y noble.

Con encuentros como este, el Club Cocherito de Bilbao reafirma su condición de faro cultural de la tauromaquia: un refugio donde la palabra, la memoria y la emoción se funden para mantener viva la llama de una tradición que, más que espectáculo, es una forma de verdad.