La tarde de David de Miranda del 10 de mayo de 2025, tardará en olvidarla el espada triguereño.
Llegaba su tarde a La Maestranza, su única tarde en un sábado de feria con la despedida del coso sevillano de Cayetano Rivera Ordoñez y el limeño Andrés Roca Rey en el cartel ante un encierro de El Parralejo.
La memoria es efímera y las cosas tienen un tiempo y un espacio, pero lo vivido ayer en La Maestranza, será algo difícil que desaparezca de la memoria de los aficionados que allí se encontraban, venidos de todos partes de España, Portugal y América, así como aficionados franceses, todos ellos al unísono aclamaron al espada onubense, en la más rotunda de sus tardes en el coso del Baratillo.
Encarrilaba su tarde David de Miranda, desde la salida por la puerta del Hotel Colón, para encaminarse a la calle Iris, donde un nutrido grupo de aficionados, esperaban su llegada, para saludarle, desearle suerte y llevarse un recuerdo en forma de fotografía, junto a su torero.
El patio de cuadrillas, hervía con la presencia de los tres espadas de la tarde, antes de enfilar la puerta de cuadrillas y mirar a su alrededor con unos tendidos llenos hasta la bandera.
Solemne paseíllo, el paso firme, el capote bien liado y el traje de estreno, un blanco y plata con los remates en hilo blanco, que brillaba con luz propia…
No era una tarde más, ni una tarde cualquiera, era una tarde de compromiso, de dejar su sello, de marcar la pauta, de apuntalar su firme compromiso de refrendar lo que el año pasado se pudo ver en este mismo escenario y a bien que lo logró.
David estuvo toda la tarde en torero caro, desde el quite al toro de Roca Rey, segundo de la tarde, por ceñido y ajustado, donde ya sonaron con fuerzas los primeros oles de la tarde, hasta la rubrica final con una estocada al volapié, que tumbo al burel de forma fulminante patas arriba.
Asentó las zapatillas y las atornillo en el milenario albero maestrante por donde han pisado miles de toreros, pero la pisada del onubense era diferente… Una firmeza, una quietud, una verdad y un valor, que puso a todo el mundo de acuerdo…
Tanto el capote como la muleta mecían al burel que le correspondía en suerte, llevándolo embebido y cosido a un palmo de la pañosa… los redondos se sucedían con cadencia, las muñecas rotas y la cintura desencajada, intercalando los pases por la espalda en una baldosa, rematando sus tandas con soberbios pases de pecho y otros con remates por debajo de la pala de pitón, con los pases del desprecio. Los naturales desmayados, cadenciosos y sin termino, la codicia del toro del Parralejo, no dejaba de perseguir la pañosa, siempre cosido a unos centímetros, sin llegar a tocarla en ningún embroque. Los pases al ralentí mecían la embestida franca y con verdad sin dejar lugar a las dudas.
El respetable enloquecía en cada tanda y los oles, resonaban cada vez con más fuerza, mientras unos compañeros de bancada en el 4, se levantaba en cada tanda, mostrando sus antebrazos con los pelos de puntos a cada final de las series del onubense, al tiempo que se escuchaba a viva voz, !Viva San Antonio Abad!…
Fue sin duda una de la tardes con más sentimiento, pellizco y rotundidad de David de Miranda en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Lo ha colocado en lo más alto de los triunfadores del serial y esta Puerta del Príncipe, lo posiciona como triunfador del serial…
!Viva Huelva! y !Viva San Antonio Abad!