«Reconstruyendo el temporada»: Álvaro Lorenzo torea de salón en Úbeda frente al sinsabor de El Juli

Se forja un despacioso paseíllo a sones de los excelsos acordes musicales mientras el sol derrama sus vivaces y otoñales rayos, mostrando su conformidad con este proyecto llevado a cabo por valerosos taurinos. Tendrá obviamente sus más y sus menos; no obstante es todo un logro estar viendo toros de forma regular pese a la negativa situación. Destocado Álvaro Lorenzo como debutante en el ruedo ubetense, se guarda respetuoso minuto de silencio, que posteriormente es roto por el ovacionado Himno Nacional.

El Juli: ciruela y oro
 
Álvaro Lorenzo: azul pastel y oro
 
    Un toro castaño claro, largo, bajo, alto de ijares, con mirada dulce y estrecho de pitones cornidelanteros se topa con las telas de El Juli humillando notablemente, quien consigue extraerle un gustoso ramillete de verónicas y abrochando a la vez con una sabrosa media digna de cartel casi en los medios. Lo dirije hacia el piquero que monta la vara, yéndosele levemente fuera de lugar, a la vez que el cornúpeta cabecea sin clase, aunque metiendo bien los riñones y más tarde esperando en demasía a los subalternos del madrileño en la ejecución de la suerte de banderillas. Brindis al público.
Inicia la faena con evidente dominio a su adversario e interesantes pasajes con la mano derecha. Sin embargo, no se cruza en exceso entre los pitones, mientras insiste al natural acortando el trazo del muletazo a un noble astado que va perdiendo continuidad, recorrido y carbón. Va decayendo la transmisión, mientras el diestro se pasea por los cerros de Úbeda, nunca mejor dicho, bajando descaradamente la muleta para captar la atención, con circulares invertidos carentes de torería y pegando zapatazos en el tablao, perdón, albero, como si al flamenco se dedicara. Señoras y señores, eso no es torear. Deja una estocada entera en suerte contraria, algo trasera y caída, la cual no es suficiente requiriendo el uso del descabello, eficaz al tercer intento sacando de tablas al encastado animal, ovacionado en el arrastre. También lo es Julián, quien saluda desde el tercio.
      Maniatado se llama el segundo de la tarde, negro mulato, listón, largo, fino de costillares y también de astas, que acomete con lentitud al percal de Álvaro Lorenzo, quien ofrece una magistral clase de toreo de salón a cámara lenta en la boca de riego, deteniendo el tiempo por momentos. ¡Sensacional! En contrapartida, disminuye la emoción durante el pésimo tercio de varas, llegando a penetrar la puya hasta en cinco ocasiones en desiguales sitios, en el primer encuentro debido al inestable empuje de la res, que desmonta al caballo y al varilarguero. Se lleva a cabo un medido segundo puyazo para luego colocar los rehiletes con aparente facilidad. Brinda al público.
Da comienzo la faena de rodillas con afarolados, cambiando valientemente la mano a pesar del viento que descompone las bambas de la franela. Torea sublimemente al ralentí, humillando su oponente con relevante cadencia, recorrido y continuidad, aunque va desprendiéndose de la fijeza, distrayéndose frecuentemente en su observación al tendido. Le da tiempo y sitio el espada, prolongando toreramente los pases de pecho al natural sonando el pasodoble «Amparito Roca». El fondo del toro va a menos, echándose en falta una totalmente ausente raza durante toda su lidia. Tras perfilarse el de azul pastel y oro en suerte natural, le propina una estocada entera en los mismos hoyos de las agujas. Dos orejas.
     Se murmulla en las gradas acerca de Bizarro, negro, de más trapío de lo que llevamos de corrida, badanudo, de considerable longitud, escasa altura y ligeramente acapachado de cornamenta, que es saludado por su matador combinando con templados delantales. Administra el castigo el del castoreño. No lo pone difícil con la suerte de avivadores, aunque haciendo hilo molestamente tras la colocación de cada par y en los capotes de los peones.
No le exige el director de lidia, tratándolo suavemente y sin bajarle en exceso la pañosa, cosiendo los diversos muletazos con medio recorrido. Le falta chispa al astado, que requiere acortar las series, pese a que no desvía la mirada del engaño, exponiendo una excepcional fijeza. Se oye el pasodoble «La Puerta Grande» cuando logra una dulce serie al natural. El segundo de su lote se va consumiendo, desluciendo el final de la faena. No está certero con la tizona, pinchando en un par de veces, y finalmente hundiendo el acero, con trasera colocación, fruto de su perceptible coraje, acción que le desvirtúa: hay que dominar las emociones mientras se esté vestido de luces, sin que las mismas florezcan a la vista del aficionado. El morito se atrona al cuarto golpe de cruceta de verduguillo. Recoge abatido la ovación del respetable desde las rayas de picar, dejando una tarde de toreo superficial de sinsabor, carente de profundidad y alma.
     Tras la apertura de la puerta de chiqueros para dar salida a un armónico negro mulato, listón, chorreado en verdugo, construido ligeramente cuesta arriba, enmorrillado, con importante badana, mejor armado de cuerna que sus hermanos y sin una imponente expresión de cara, no consigue lucirse de capa el debutante en esta plaza. Recibe un señalado puyazo por parte del de la gregoriana, comportándose posteriormente maliciosamente al cortar en el cuarteo de los banderilleros, cayendo delanteros dos pares de garapullos. Brindis a Pepe Moya mediante el micrófono de Canal Toros.
Exprime el toledano lo escaso que le resta a su garcigrande. Irrumpe la obra musical «Tercio de Quites» al mismo tiempo en que humilla aunque sin recorrido, embistiendo de manera intermitente. Aun proporcionándole tiempo y espacio, no consigue arrancar al desclasado astado. Ni por un pitón ni por otro, a media altura, transmite al público jienense. Concluye sorprendentemente por saltilleras con la muleta, bernardinas sin ayuda y luquecinas, adornándose con grandiosa improvisación en los versos finales de su deslucida obra. Queda baja y desagradablemente trasera la estocada, que emborrona una actuación que pese a que no ha resultado sobrada de pellizco, hubiera tenido alguna posibilidad de triunfo, dado al mérito que supone la situación. Ovación.
La corrida de Garcigrande ha sido apta de hechuras para unos corrales de tercera categoría. En general de capa oscura, desiguales en cuanto a juego y todos manejables, aunque con breve fondo y pronta apagada. A destacar, el segundo, que fue templado de maravilla por Álvaro Lorenzo, mostrando una extraordinaria continuidad y recorrido en su embestida, pese a la notable falta de raza. Sobresaliente: David Salieri, de caña y oro con remates negros, quien no pudo intervenir en ninguna ocasión de la corrida.
Imágenes: capturas obtenidas del resumen de la retransmisión de Movistar Toros.
 
El Juli:  ovación y ovación.
 
-Álvaro Lorenzo: dos orejas y ovación.
 
ENTRADATres cuartos del aforo permitido –
 
Romero Salas

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