Toreros de ayer: Miguel Báez Spínola «Litri», Parte (I).

Matador de toros, hijo de Miguel Báez Espuny y último miembro, por ahora, de la dinastía taurina iniciada por su bisabuelo Miguel Báez “El Mequi”. Es el segundo diestro en hacer más paseíllos en el coso onubense, totalizando 27 actuaciones, de las que tres son novilladas picadas, diecinueve corridas de toros y cuatro festivales de carácter benéfico.

Hizo su debut en Huelva en un festival celebrado el 12 de octubre de 1.984, actuando al lado de su padre, Chamaco, Paco Camino, Diego Puerta, Curro Romero y el rejoneador Manolo Vidrié, lidiando novillos de Jandilla. Apoteósica actuación del nuevo Litri que expuso la valentía peculiar de la dinastía, especialmente a la hora del litrazo que emocionó a los espectadores que salieron muy satisfechos de la labor del becerrista que, por encima de la lógica inexperiencia, puso de manifiesto su valor y sus deseos de seguir elevando el nivel de la dinastía. A los sones de Mi Huelva tiene una ría, Micky expuso sus deseos de ser torero. En esta ocasión, logró las dos orejas y una triunfal salida a hombros de sus paisanos que soñaban con sus próximos compromisos porque había surgido un nuevo Litri.

Toreó su primera novillada el 31 de julio de 1.986 junto a Manolo Salas y Rafi Camino ante utreros de José Luis Osborne. Miguel Báez Litri sorprendió a muchos espectadores que esperaban que su actuación estuviese plagada de valor, como había acontecido en su primera actuación ante el público onubense, pero, afortunadamente, se encontraron que también el joven novillero puso durante toda la tarde mucha calidad, llevando a sus oponentes muy toreados y templados en unas brillantes series de redondos y naturales antes de dejarse llevar por los genes familiares y entusiasmar a los tendidos con el tan esperado litrazo, con estatuarios, cites de rodillas, molinetes, desplantes y demás entre el delirio de los espectadores. Huelva vibró con la actuación en el ruedo de este novillero que ratificó todo lo que venía realizando por los ruedos españoles. En suma, el Litri que sus paisanos querían ver y disfrutar con su toreo. Cortó las dos orejas de cada uno de sus oponentes, con fuerte petición del rabo en el quinto, además del delirio entre los espectadores que, desde que se abrió de capa, se entregó al nuevo torero choquero y éste supo en todo momento corresponder a las muestras de cariño de sus paisanos, que se entregaron con pasión mientras se hacían cábalas sobre el futuro del nuevo Litri.

Al año siguiente, el 31 de julio de 1.987. trenzó el paseíllo junto a Rafi Camino y Julio Aparicio para lidiar reses de Juan Pedro Domecq. Miguel Báez Litri supo responder a su público, entregado desde que iniciara el paseíllo imbuido en un terno blanco y oro. Desde que se abrió con el capote se lució, destacando en un quite por gaoneras. Con la muleta, y ante la evidente falta de fuerzas, series muy cortas pero que, con su entrega, llegaban a los abarrotados tendidos a los que les ofreció, para finalizar esta primera actuación, su litrazo entre el delirio, los aplausos y la entrega más absoluta. Una gran estocada y las dos primeras orejas que paseó entre las aclamaciones de los tendidos. Mejoró su actuación con el cuarto, al que supo torearlo con más cadencia, aprovechando su mayor fortaleza. Con ayudados por alto lo recibió con la muleta para seguir con series de largos y ligados muletazos con ambas manos con el entusiasmo en los tendidos, que terminaron de entregarse cuando de nuevo instrumentó el litrazo que se le estaba pidiendo por parte de la mayoría de los tendidos. El entusiasmo era tan grande que los espectadores solicitaban los máximos trofeos antes de entrar a matar, pero ahí falló Litri, que necesitó de dos entradas y un descabello,  por lo que el premio quedó reducido a una oreja, aunque se solicitó con fuerza la otra. La vuelta al ruedo fue tan apoteósica como si hubiera conquistado el otro trofeo demandado por los presentes.

Dos días después, el 2 de agosto de 1.987 actuó junto a Manolo Salas y Antonio Posada con novillos de Bernardino Píriz. Desde que se abrió de capa, Litri demostró las ganas que traía para alcanzar un nuevo triunfo ante sus paisanos, que, durante toda la tarde, estuvieron al lado del diestro onubense. Con la muleta recorrió todo su repertorio – ayudados, molinetes, redondos, naturales, adornos, giraldillas, manoletinas y, en definitiva, el toreo que el público le demandaba – y las ovaciones se fueron sucediendo hasta culminar matando mal por lo que todo quedó en un trofeo, con bronca a la presidencia por no conceder el segundo. Sin embargo, la apoteosis llegaría con el quinto de la tarde, en el que Litri repitió su actuación ante unos tendidos enfervorizados de tal manera que, antes de entrar a matar, ya se pedían los máximos trofeos. Pero la primera estocada fue muy defectuosa, con salida, y tras dejar otra media, las dos orejas llegaron a sus manos, repitiéndose la bronca al palco por no otorgar el rabo, un trofeo que hubiera sido excesivo a causa del mal uso de la espada al finalizar su actuación.

Artículo de Vicente Parra Roldán.

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