Toreros de ayer: Miguel Báez Spínola «Litri», Parte (II).

El 3 de agosto de 1.988 se anunció con Tomás Campuzano y Espartaco para lidiar reses de Juan Pedro Domecq. No estuvo afortunado Litri con el toro de su presentación, quizás el que menos facilidades diera de todo el encierro,  pero el torero no quiso marcharse sin triunfar ante sus paisanos y, en el que cerró plaza, espoleado por los éxitos de sus compañeros y por su propia dignidad personal, llevó a cabo, tras su brindis a cuantos ocupaban el Cabezo, una actuación made in Litri desde los estatuarios de apertura y seguir con el litrazo citando a gran distancia; continuó con serie de derechazos antes de pasar a los naturales y terminar adornándose según la tradición dinástica entre el delirio de los tendidos que habían coreado con olés toda la actuación del onubense, que pasó un momento de apuros cuando el animal le arrolló, afortunadamente sin consecuencias, por lo que, al dejar la estocada, la presidencia le concedió los máximos trofeos – que estaban siendo solicitados desde mucho tiempo antes – con los que paseó triunfalmente el anillo junto a sus compañeros y al ganadero también se sumó al triunfo mientras se remitían, para su análisis por las autoridades veterinarias, las astas de dos de los toros. Pero el daño ya estaba causado y el aficionado nunca sería resarcido de un posible engaño.

Dos días después, el 5 de agosto de 1.988 lo hizo con El Niño de la Capea y Rafi Camino ante toros de José Luis Osborne. Desilusión de los tendidos cuando salió el primero de Litri, un animal sin fuerzas y que rodó en varias ocasiones, por lo que el torero sólo pudo ayudarle a mantenerse en pie durante un tiempo antes de dejarle la estocada. La escasez de fuerzas del quinto de la tarde era tan evidente que, por fin, la presidencia accedió a su devolución, saliendo el de Sánchez-Dalp, también de escasa presencia, aunque de buen juego. EI onubense no logró entender las cualidades de su oponente y, poco a poco, fue perdiendo la pelea para terminar de estocada y cinco descabellos, que enfriaron aún más los ya muy alicaídos ánimos de los espectadores que no veían donde encontrar diversión.

Al día siguiente, es decir el 6 de agosto de 1.988, torea mano a mano con José María Manzanares las reses de Socorro Sánchez-Dalp y Manolo González. Consciente de su responsabilidad, Litri salió a revienta calderas. Rápidamente vio las grandes posibilidades que el pitón izquierdo de su primer le ofrecía por lo que basó su actuación con la mano izquierda, con la que sacó buenas series de naturales que fueron refrendadas con media estocada y las dos primeras orejas de la tarde. Con el cuarto llegó una nueva apoteosis. Fue un animal que no apuntaba cosas buenas, pero Litri supo amoldar las condiciones del toro para lucirse en el toreo al natural en el que unió su valor con mucha torería para redondear un triunfo rotundo, compensado con los máximos trofeos, unánimemente solicitados por todos los espectadores. El peor del encierro fue el que cerró plaza y, en una ocasión, estuvo a punto de coger a Litri. El público veía la tragedia, por lo que se le solicitó acabase cuanto antes por cuanto no merecía el esfuerzo que estaba realizando el torero que, por tercer día, volvía a salir triunfante por la Puerta Grande entre el clamor de los espectadores que, entusiasmados, le siguieron por el Paseo de la Independencia camino del domicilio familiar para disfrutar de este nuevo triunfo. Litri había sabido responder al hecho de haber sido la base de una feria inolvidable.

Artículo de Vicente Parra Roldán.

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