Ureña soñó despierto el toreo en La Maestranza.

Paco Ureña tuvo ayer en Sevilla una tarde para el recuerdo.


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El torero de Lorca se abandonó, en la lidia del tercer toro de la tarde de nombre “Galapagueña” herrado con el número 89 de 555 kg, pelo Negro Entrepelao de Victorino Martín.

Empujo con pujanza en el caballo y galopaba en banderillas, con una fijeza en los subalternos y en su matador, ese matador que supo entender su condición, su temple y su tempo.

Estuvo Ureña, reunido, templado, sentido y cariñoso con el toro, dándole lo que en cada momento le pedía, genuflexo comenzó para enseñarle los caminos, el toro enseguida entendió el camino del triunfo para él y su matador. Mientras toro y torero se entendían sonaban los acordes en el coso del baratillo, la alegría en los tendidos inundaba de bravura y casta un albero que necesitaba de urgencia de ello.

Ureña se fijó, apostó y asentó las zapatillas en el albero, dando los frentes y tirando del burel al natural, abandonó su cuerpo, relajó la figura, la sonrisa aparecía en su rostro, mientras las tandas en redondo, con la mano baja enseñaba el cauce por el que el de Victorino seguía cosido a la muleta con el hocico lleno de albero.

Roto, estaba Ureña, cada poro de su piel soñaba con la gloria y como un guerrero se fue detrás de la tizona para enterrar el acero en el cárdeno. Ureña hizo el Toreo en La Maestranza.

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