Toreros de ayer: Emilio Silvera González (Parte VIII)

El 23 de febrero de 1.997 abrió la temporada con un festival en el que también intervinieron Emilio Muñoz, Litri, Enrique Ponce, Jesulín y El Tato con novillos de Los Guateles y Miguel Báez Litri

. Brillante actuación tuvo Emilio Silvera, que se lució desde los doblones iniciales para continuar con cuatro series de buen toreo al natural hasta que el animal se fue apagando, todo ello realizado con mucha calidad al correr perfectamente la mano, entre las clamorosas ovaciones del respetable que en todo momento estuvieron con el torero local, para cerrar con unos preciosos ayudados por alto antes de fallar a espadas, por lo que el triunfo se redujo a una solitaria oreja.

El torero no olvidará la fecha del 3 de agosto de 1.997, día en el que actuó junto a Chamaco y Morante de La Puebla con reses de Manuel Ángel Millares. Emilio Silvera no estuvo afortunado con su primero y se la jugó con el cuarto porque no podía irse esa tarde de vacío. Y su entrega tuvo como premio una grave cornada, a la que el público supo reaccionar y sus hombres le llevaron las dos orejas que, dentro de lo que cabía, en aquellos instantes algo reconfortarla en su dolor al torero herido. En la enfermería el diestro onubense fue asistido bajo epidural, se observa herida que penetra en profundidad unos ocho centímetros, rompiendo la vena safena interna. Rompe la aponeurosis del canal de Hunter, contundiendo en unos ochos centímetros la vena femoral común y, penetrando por la cara externa de la misma, diseca la arteria femoral común, rompe la musculatura del vasto anterior y el peristeo del fémur, siendo calificado su estado como muy grave. El herido fue trasladado al Hospital Juan Ramón Jiménez para seguir su evolución ante la posibilidad de algunas complicaciones.

Afortunadamente pudo reaparecer en pocos días, el 8 de septiembre de 1.997, haciendo el paseíllo junto a Morante de La Puebla y Francisco Barroso y toros de José Luis Pereda. A poco más de un mes de su gravísima cogida, Emilio Silvera reapareció en un festejo montado con motivo de la festividad de la Cinta. Fue un homenaje que la empresa y la afición quisieron ofrecerle al torero onubense. Los pocos aficionados que acudieron a presenciar el festejo, no cabe duda, que salieron satisfechos de cuanto allí se había hecho. Los del clavel, los que sólo acuden cuando quieren ser vistos, se lo perdieron. Y, realmente, el festejo resultó entretenido y, en algunas fases, se vieron cosas de gran importancia por parte de los tres actuantes y en algunos de los toros. Había ganas de ver la evolución de Emilio Silvera y, realmente, no tuvo fortuna con su primero, algo mansote, pero cuajó una bellísima faena al cuarto. Buen inicio con la diestra para, cuando el animal comenzaba a rajarse, sacarle tres naturales de antología que llevaron el clamor a los tendidos y, después, un derechazo largo que hizo vibrar a los espectadores que, al concluir de un certero espadazo, le pidieron las dos orejas.

Volvió a su plaza el 3 de agosto de 1.998 para actuar con Emilio Muñoz y Juan Mora con reses de Gabriel Rojas. Emilio Silvera cuajó una buena tarde. Salió con ganas como demostró con las verónicas de recibo y cuidó a su oponente, al que logró enjaretarle series con ambas manos entre las ovaciones de sus paisanos que, al matar de una estocada, le concedieron la oreja. Pero donde estuvo bien el onubense fue en el sexto, el animal menos potable del encierro, y con él Emilio Silvera estuvo muy por encima de las condiciones del animal, logrando momentos estéticos de gran belleza, por lo que la oreja la ganó con toda justicia así como la salida a hombros junto a Juan Mora.

Artículo de Vicente Parra Roldán.

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